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«Hay en mí algo descontrolado, pienso demasiado en el sexo. Cuando veo a una mujer la imagino siempre en la cama conmigo. Es una manerainteresante de matar el tiempo en los aeropuertos.» En Mujeres, una de las más aclamadas novelas de Bukowski, su alter ego Henry Chinaski,el «viejo indecente», un perdedor nato, se encuentra a los cincuentaa?os con una creciente reputación literaria, algún dinero en el bancoy mujeres: monta?as de mujeres. Se le ofrecen en los recitales depoesía, le escriben cartas procaces, le telefonean sin cesar. YChinaski las quiere todas, quiere desquitarse de sus largos a?os deforzadas abstinencias. Y, a la vez, este gigantesco maratón sexual esun proceso de aprendizaje, de conocimiento, en el que Bukowski noescatima sarcásticas observaciones sobre sí mismo, y en el que en elmachismo de textos anteriores queda seriamente erosionado. Todo ellounido a incontables borracheras: el alcohol en tanto que mecanismo que le permite seguir viviendo, a la par que le destruye. Bukowski parece sugerir que las alternativas es decir, una carrera más respetable,literaria o la que fuere son aún más deshumanizadas.«Mujeres parece una historia sobre sexo y borracheras, cuando enrealidad es un poema sobre el amor y el dolor» (Los Angeles Times).