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Hay poetas que viven a la intemperie porque saben que no existe otro modo de vivir si quieren que, esa nube que les persigue a todas partes, les llueva la palabra sombra, la palabra noche, la palabra tiempo. Después, cuando llegue el insomnio escurrirán la bruma, licuarán el dolor y emprenderán su camino, siepre el mismo: el camino hacia el lobo. El camino hacia el lobo es el fruto de los poetas. Me acuerdo de Trakl y de su Sumisión a la noche, de su Canción de las horas. Inaxio Goldaracena también canta temores nocturnos aunque sobre la mesa haya frutas amarillas. Quizá la lluvia fecundó manzanas silvestres entre sus pulmones, manzanas que se niegan a ser semillas de ningún árbol, que prefieren dormir por él, soñar por él, y dictarle hermosísimos poemas.