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Hoy sabemos que todos los seres que pueblan la naturaleza, hasta los más drásticamente microscópicos a nuestros ojos, disponen de algún tipo de corporalidad y detentan alguna forma de pensamiento. La corporalidad resulta tan evidente, tan inmediata y nítida que nadie, salvo sus estudiosos, se detiene siquiera a considerarla más allá de la experiencia cotidiana. Otra cosa es, sin embargo, el pensamiento: ¿De dónde nos viene esa facultad que rige toda nuestra dinámica de actuación y que porta en sí toda clase psiquismos? Y aquí, ante esta pregunta, ante su considerable magnitud, tanto El Rapsoda como su autor apreciarán que las respuestas solamente podrán hallarse reencontrándose con los viejos atributos de la substancia proclamados por el Maestro Espinoza: la extensión y el pensamiento.La substancia, la materia, el espacio, el tiempo, la reminiscencia, el intelecto, el Yo y, por descontado, la unidad indisoluble entre la extensión y ese atributo en principio inaparente, que no es otro que el Pensamiento, irán siendo diseccionados y enlazados, combinados en ascendente rapsódico, hasta dar con las pertinentes respuestas a los interrogantes suscitados.