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El 1 de agosto de 1937, un desfile lleno de banderas rojas cruzaParís: es el cortejo fúnebre que sigue a Gerda Taro (Stuttgart,1910-El Escorial, 1937, y llamada en realidad Gerta Pohorylle), laprimera fotorreportera muerta en un campo de batalla. Ese año hubieracumplido veintisiete años. André Friedman (su expareja, y con quienTaro «creó» el mítico fotógrafo Robert Capa), en primera fila, estádestrozado. Entre los asistentes se encuentran otros amigos de Taro de tiempo atrás: la joven Ruth Cerf, con quien vivió en París tras suhuida de Alemania, Willy Chardack, que vio cómo ella prefería aGeorg Kuritzkes, empeñado a su vez en combatir en las BridagasInternacionales. En todos ellos Gerda Taro dejó una huella indeleble.Tanto que, años después, basta una conversación telefónica de Willy yGeorg para desencadenar los recuerdos de todos. Así comienza estaobra, rigurosamente documentada, sobre una figura en la que, enescasos años, cristalizaron la juventud, la alegría de vivir, eltalento y el compromiso en un tiempo de crisis económica, de ascensodel nazismo, de persecución y de guerra.