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¿Puede que el embarazo que no llega a término sea uno de los temas más tabú en la literatura en general y casi inédito en la poesía en particular? Marina Carretero Gómez nombra cuando escribe, dota de relieve y verdad a una realidad vaciada con un silencio cómplice, un silencio de género que sí, también es una forma de violencia de El hombre contra las mujeres. El grito de la poeta, a veces enmudecido, se hace palabra, lenguaje, y da nuevo contenido al dolor que supone el deseo expresado en dos versos: quise ser hogar/ y me hice tumba. Poetizar lo invisible es darle realidad a esa realidad, ya es hacerla visible, ya podemos mirarla. La hija que no soy es un tratado poético sobre una orfandad que va más allá de la pérdida de la madre para extender sus tentáculos al aborto cuando este no es una interrupción voluntaria del embarazo. Escribir es arrojar luz. Escribir poesía es nombrar por primera vez (Itziar Mínguez Arnáiz)