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Le llamaban padre porque ellos eran ni?os y no sabían que les violaba. Creían que aquel era el precio por tener una familia.Una conversación en Facebook disparó la alarma. Un hombre, DavidDonet, se ofrecía a hacerle a un menor fotos «eróticas o insinuantes». Un agente de policía tiró del hilo y éste le llevó a la casa deCastelldans ?un peque?o pueblo de Lleida? en la que vivían Donet y los adolescentes que tenía en acogida. El registro policial sacó a la luz decenas de cintas en las que se veían los «actos de amor» filmadospor el pederasta a lo largo de 17 a?os. La prensa empezó a hablar de«la casa de los horrores».A partir de una labor de documentación excepcional y poniéndose en lapiel de los protagonistas de la historia, Carles Porta construye untexto trepidante en el que lo que estremece no son los detallesescabrosos (no los hay): lo que pone los pelos de punta es cómo estecaso deja al descubierto el modo en que el horror puede convertirse en normalidad.